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jueves, 8 de enero de 2009

La Isla





¿El ser humano es bueno o malo? ¿Un santo o un demonio? Este es un tema controvertido acerca del cual no se ponen de acuerdo filósofos ni psicólogos. Si ni religión ni ciencia tienen una respuesta cierta: ¿Qué tal intentar con un poco de literatura?
Aquí va una historia para pensar.

La Isla
Ada Fanelli

Hace muchos años, en un antiguo monasterio, se descubrió un pergamino con el mapa de una isla desconocida. La noticia llegó pronto a conocimiento del Rey del lugar, quien mandó llamar al Abad. El anciano confirmó el hallazgo e hizo llegar rápidamente el documento a manos del monarca. Como el reino atravesaba momentos difíciles, la existencia de un nuevo territorio, tal vez muy rico, era una buena noticia.
El Rey convocó a sus tres hombres más valientes y les dio orden de partir a bordo de un ligero bergantín en busca de la isla. Tomarían posesión de los nuevos territorios en nombre de la corona y explorarían exhaustivamente la zona en busca de riquezas.
El Rey, temeroso de que se conocieran los hechos, exigió de los exploradores un voto de silencio. Sólo volverían a hablar del tema a la vuelta y sólo con él mismo. Durante la travesía, ni siquiera entre ellos podrían intercambiar palabra. Hasta ese punto el monarca temía ser usurpado. En su mente una voz susurraba que tal vez la isla desconocida fuera la tan ansiada oportunidad para hacerse llamar Emperador.
Así las cosas, marcharon los hombres con la consigna de ver oír y callar. Partieron por la noche y en secreto.
Al llegar a la isla encontraron tres caminos y mediante el lenguaje de señas acordaron separarse y seguir rumbos diferentes, para reunirse después allí mismo, donde quedaba fondeada la nave.
Tenían orden de consignar por escrito cuanto observaran y dibujar mapas de los nuevos territorios. Algún tiempo después, los tres regresaron, contentos de estar nuevamente juntos. Se abrazaron sin emitir sonido, pero con visible emoción.
La navegación fue, a la vuelta, tan silenciosa como a la ida, pero ahora con la esperanza de ser bien recompensados por el esfuerzo.
Efectivamente, obtuvieron su pago, aunque no fuese el deseado por los valientes marinos. El Rey, temeroso de la difusión de las noticias, ordenó a sus soldados asesinarlos incluso antes de desembarcar y recogiendo mapas y documentos entregárselos en persona.
Estuvo toda la noche en vela, tratando de descifrar los manuscritos sin conseguirlo. Como el Abad pasaba por ser el hombre más instruido del reino, por la mañana lo hizo buscar y le planteo el enigma:
-Envié a mis tres mejores marinos a explorar la isla que figuraba en el mapa que me entregaste, pero sus informes son incomprensibles. Mira:
El primer mapa contenía la descripción de un sitio muy peligroso, habitado por reptiles, serpientes y otras alimañas repugnantes. No parecía haber más opción que terminar con ellos o encerrarlos tras vallas muy seguras. Existía la posibilidad de aprovechar la piel y la carne si fuese comestible.
Recomendaba llevar hombres armados y dispuestos a enfrentar el peligro.
El segundo expedicionario describía un desierto. No encontró vida alguna, ni animales ni plantas, pero el paisaje era hermoso, de extraños colores, debido a lo cual y a pesar de no ser una autoridad en la materia, suponía que se ocultaban ricos yacimientos minerales. Tal vez oro y plata.
Para explotar esa riqueza aconsejaba llevar herramientas y hombres dispuestos a trabajar esforzadamente.
El último informe decía que la isla era paradisíaca. Vegetación exuberante, animales exóticos. Arroyos de agua cristalina y gentes amigables. Desde luego, aconsejaba establecer colonias en tan maravilloso lugar, donde sólo era necesario extender la mano para tomar los frutos más deliciosos.
El Rey, confundido, no conseguía comprender tan disimiles informes. ¿Qué significaba todo eso?
El monje tomó entre sus manos los papeles y después de un rato los enrollo y se los metió bajo la túnica diciendo:
-Majestad, sobre esto, es mejor guardar secreto a riesgo no sólo de perder hombres y desperdiciar dinero en una empresa vana, sino incluso maltratar la reputación de su Majestad quien se expondría al ridículo, porque seguramente estos pobres diablos se volvieron locos, quien sabe cómo, en esas lejanas tierras. La isla debe ser el hogar de alguna poderosa hechicera. Esas mujeres conocen encantamientos capaces de inspirar extravagantes delirios como los aquí narrados. Ese debe ser el motivo por el cual se mantuvo oculto el mapa durante tanto tiempo.
-Si me permitís -agregó el sabio- me encargaré de destruir no sólo el original, sino todo lo que viene de allí, porque ellos pueden esconder algún sortilegio del cual no sabríamos como protegernos.
Si algo temía el Rey, eran los tratos con asuntos sobrenaturales. Cualquier cosa que no podía controlar con sus ejércitos, lo aterrorizaba, así que aceptó las explicaciones del monje y el ofrecimiento de hacer desaparecer todo rastro del asunto.
-Si queréis, puedo realizar un exorcismo para devolver la razón y la memoria a tus hombres. -Agregó el religioso, aunque suponía que el soberano los había mandado matar.
-Oh!! -Exclamó el Rey con hipocresía-. !Pobres mis fieles servidores! En la nave sólo encontraron sus cuerpos, pero no se pudo averiguar la causa de su muerte.
-!Ay mi Señor! La misma enfermedad que les produjo la locura ha terminado con sus vidas. Razón suficiente para destruirlo todo muy rápidamente- dijo, mientras juntaba los últimos papeles dispersos. El Rey lamentó intimamente las ilusiones perdidas, pero temía desobedecer y no se desmintió.

Una vez en el convento, los monjes quisieron saber acerca de los acontecimientos. Y así los narró el abad mientras extendía los documentos sobre la tabla de un antiguo arcón.
-Lo sucedido es que la ambición enloqueció al Rey. En su mente, como en la isla, hay tres territorios bien distintos:
Por un lado, está el hombre que ama a su pueblo, y es amado por él. Siempre preocupado por el bien de la Nación, magnánimo y generoso como un territorio paradisiaco. Con él vale la pena vivir.
Pero también existe una zona desértica y árida de la que sólo se extrae algo de lo escondido con mucha labor. Es el terreno de sus miedos y obsesiones. Se necesita mucho esfuerzo para sacar algo bueno de allí.
Desgraciadamente, en el fondo de su corazón también habitan alimañas ponzoñosas que deben ser custodiadas día y noche. Con esta historia de la isla, alimentadas por la codicia, algunas han conseguido soltarse y eso le costó la vida a tres de los mejores hombres del reino. Este mapa, con todo lo demás, debe seguir durmiendo en el fondo del arcón de donde nunca debió salir.
-¿Pero cómo? -dijeron los monjes que habían escuchado algunos rumores sobre lo acontecido-: ¿No estaban locos? ¿Y la hechicera?
-No hay mayor hechicera que la ambición, ni peor enemigo que el silencio. Esos hombres realizaron la exploración por separado trazando distintos recorridos. Es obvio que describen diferentes lugares. La isla debe ser muy extensa, casi como un continente. Los desgraciados obedecieron al rey y no hablaron entre ellos, por eso cada uno sólo pudo describir lo que apreció por sí mismo. Mirad:
Y diciendo esto, unió los tres dibujos formando uno solo donde quedaba representada la isla completa.
-Si el Rey no hubiera mandado matar a los desgraciados, ellos se lo habrían dicho. Pero quien sabe, tal vez su sacrificio haya salvado muchas más vidas.
!Cuántos inocentes hubieran muerto y cuántos enloquecido en la conquista! Dios siempre sabe lo que hace.
Oremos por los difuntos, hermanos, y pidamos al Cielo que nuestro Rey recupere la razón por el bien de todo el pueblo.
Y cerrando el cofre, unió las manos para elevar una plegaria. AF

Seducción