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miércoles, 3 de octubre de 2012

Mácula eres



Las mujeres estamos malditas para toda la eternidad
por haber rasgado la piel roja de un fruto prohibido.
Desde entonces, una mancha roja inaugura, en cada niña,
a la mujer.
Desde entonces, con cada Luna, la mujer aguarda
la aparición de una mancha roja entre sus piernas.
Deseo o temor.
Desde entonces, el amor es un corazón rojo
atravesado por la flecha de un ángel que reclama,
con violencia,
una mancha roja a cada mujer.
Por eso, tal vez, cada mujer colorea
sus labios, sus mejillas, sus uñas,
como si fueran manchas rojas.
Y, a veces, alguna abre sus muñecas,
esperando desaparecer en medio de
una gran mancha roja,
Y otras, soportan el maltrato cuando
él
lo ve todo rojo.
Y otras, aún, aguardan rosas rojas
que no llegan. O llegan para
marcharse prematuramente.
Todas fregamos manchas rojas
salpicadas en las páginas de los
libros que guardan nuestras cuentas,
hasta caer exhaustas.
Todas restañamos la sangre de las
heridas propias y ajenas,
Todas guardamos un secreto
ardiente.


Desde hace mucho, las mujeres nos parecemos
a una fruta roja
donde la vida
hunde sus dientes. Ada Fanelli