Cuando las elecciones se acercan y los candidatos se definen, cada uno hace su pre-elección personal y después empieza a charlar con los amigos. Entonces queda claro el ganador, porque todos pensamos votar al mismo. A veces nos hace dudar un taxista, o ese vecino que no soportamos, pero no le damos demasiada importancia, porque tampoco vamos a ganar por el cien por ciento de los votos.Poco a poco, se fortalecen nuestras esperanzas. No sólo porque nuestro candidato es mejor, sino por las declaraciones espantosas y las actitudes aún peores del "otro", de ese al que no votaríamos ni por todo el oro del mundo, ese, al que no le daríamos un voto ni aunque nos amenazaran con cortarnos la mano.
Un poco después, aparecen los resultados estimados por las encuestas y deducimos, lógicamente, que están amañadas en contra nuestra. ¿Quién, en su sano juicio, podría apoyar a alguien así? Mucho más cuando nuestros amigos y conocidos, por supuesto, ratifican su intención. Cuando lo charlamos, estamos convencidos del triunfo. Ninguno de nuestro entorno piensa votar. Podemos dormir tranquilos.
El tiempo pasa, la campaña termina y las elecciones llegan. Y entonces, en contra de todos nuestros optimistas pronósticos, perdemos. Y no por unos votos, perdemos por un alto porcentaje. Y aún después, en segunda vuelta, cuando pensamos que nos faltó contar a los amigos de los amigos que ahora sí nos apoyarán sin ningún lugar a dudas, se ratifica que, efectivamente ¡Perdimos!
Y en la derrota, nos lamentamos, pero no lo admitimos y llamamos reflexión al lamento. Tal vez, porque no creímos en las encuestas, o elegimos mal el candidato, o..cualquier otra cosa que sirva para enjugar nuestras lágrimas. Sin embargo, en algún momento, la verdadera reflexión llegará. Entonces, tal vez nos demos cuenta de que no ganamos porque aún no alcanza. No alcanzó nuestra tarea para explicar, mostrar, decir. Muchos no nos escucharon o no quisieron escucharnos, es cierto, pero también es cierto que para ganar no alcanza con los amigos. !Necesitamos de los otros!! Por eso, hay que preguntar y escuchar y entonces vamos a entender. Y cuando sepamos, vamos a poder explicar por qué debemos estar juntos para construir el país que queremos, justo, solidario, equitativo.
O sea, un país para todos. Ese país que nosotros y nuestros amigos ya construimos en nuestros sueños, aunque no supimos hacernos entender por los demás.