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jueves, 14 de febrero de 2013

El Día de los Enamorados



Día de San Valentín. Como siempre para estas épocas en nuestro hemisferio, el calor arrasa con la voluntad, lo cual no está tan mal como marco para el "Día de los enamorados".
Según la Wikipedia, no es un asunto inventado por los comerciantes deseosos de ganancias extra. La tradición se remontaría a tiempos muy antiguos, cuando un sacerdote romano -Valentín- desafió al emperador Claudio en nombre de los enamorados que sufrían una época de veda, obligados a marcharse a la guerra.
Se hizo santo cuando devolvió la vista a Julia, noble romana. De cualquier manera, no le sirvió para evitar el martirio, tan de moda en aquellas épocas. Después de su muerte, la beneficiaria del milagro plantaría rosas blancas sobre la tumba de su benefactor, que devendrían símbolo del amor.
Otros buscan, incluso, en la tradición grecoromana.   Las festividades de Cupido o Eros,  el dios que había conseguido desposar a Psique su enamorada, en contra de la voluntad de su señora madre, Venus.
Ella exigió el resguardo de la belleza de su vástago  poniendo como condición que Psique nunca lo contemplara a la luz del día. Así, las relaciones fueron siempre nocturnas en épocas en que ni se soñaba con una lamparita eléctrica. Todas las noches, Cupido llegaba hasta la ribera del lecho de su amada para marcharse antes del amanecer.
Pero dos debilidades humanas afectaron a Psique: la curiosidad y la envidia de sus hermanas, quienes aseguraban que el amante se protegía en la oscuridad porque debía ser muy pero muy feo, un verdadero monstruo. Tentada, la joven encendió una vela. Tan admirada quedó de la belleza de su marido, que no vio como una gota de cera caía sobre su pecho y lo despertaba. Cupido, sujeto a la promesa hecha a su señora madre, desapareció para siempre. Desde entonces, dicen que Psique -el Alma- peregrina en busca de Eros-Cupido, el Amor.
Inmortales, las historias griegas siguen vigentes más allá de los tiempos: las envidiosas, la suegra, el marido pusilánime y la chica que es feliz mientras no ve, pero cuando la curiosidad le abre los ojos, pierde como en la guerra.
Pero bueno: ¿Es imprescindible ser-hacerse el tonto para estar enamorado? Dicen las malas lenguas científicas que las mujeres sufrimos un rápido descenso de la inteligencia cuando nos enamoramos. Y con seguridad tod@s podemos aportar algún ejemplo.
¿A qué se debe? La teoría que propongo no pretende sobrevivir al tiempo, pero tal vez nos sirva para pensar en estas épocas de crisis para los amantes y para el amor. Tiempos de "touch and go", de "sin compromiso", etc.
Mi teoría es simple: cerramos la mente cuando abrimos el corazón, aunque éste no es un problema del corazón sino de la mente. Me explico: el enamoramiento es el fundamento de la pareja humana, y la pareja humana es el fundamento de la vida. Sin la atracción entre un hombre y una mujer ni yo escribo ni usted lee.
Pero claro, la vida es una cosa loca. El único argumento posible para seguir vivo es "porque se me da la gana". Sin embargo, el deseo es una condición necesaria pero no suficiente para vivir. No alcanza con querer para realizar las tareas cotidianas imprescindibles para la subsistencia. Para nosotros, respirar no es gratis. Necesitamos adaptar un entorno al que no nos adaptamos, y hacerlo todo el tiempo. Se llama trabajo. Con el agravante de que cuando terminamos de cambiar el mundo, también nosotros cambiamos tanto que ese mundo ya no nos sirve y hay que empezar de nuevo.
Pero vamos a ver, señores: ¿Quien en su sano juicio aceptaría tamaña tarea? Nadie, con total seguridad.
Pasó mucho tiempo desde que algún poeta pergueñara la historia de amor de Psique y Cupido. Mucho desde que Valentín devolviera a la cieguita romana su visión. Sin embargo, el asunto sigue vigente.
Día a día, sesudos jurisconsultos y profesionales de la salud se levantan por la mañana intentando reparar los daños que producen los palos de ciego que dan los amantes por las noches, y con relativo éxito, todo hay que decirlo. Sin embargo, seguimos cerrando los ojos cuando nos enamoramos.
¿Por qué lo hacemos? Muy simple: porque le tenemos miedo a la vida. Así de sencillo. Y para hacerle frente, se necesita ir con el corazón dispuesto y no pensar demasiado.
Sigue siendo la formula. Aunque...¿Qué pasaría si enfrentamos a la vieja, a las hermanitas, a lo "razonable" en nosotros mismos y les aclaramos que, si bien tienen toda la razón del mundo,  y el amor es un gran disparate, no tenemos opciones, porque no amar, es muchísimo peor?
Y nos jugamos y aceptamos los riesgos, las criticas ajenas y las frustraciones propias.
Bueno, tal vez pido mucho. Pero para eso son las tradiciones, para recordarnos que seguimos vivos. Están empezando a caer las primeras gotas. Que lindo el amor mientras llueve. Feliz día de San Valentín para todos. Ada