Seguidores

viernes, 10 de julio de 2015

Foto familiar


Ayer nomás estaba cuidando un rato a mis nietos por pedido de su mamá, mi hija, quien necesitaba algo de tiempo para trabajar. Ella estaba reunida con una persona en el comedor de la casa y yo me recluí en el cuarto de los chicos abordando una necesaria actualización en material infantil. Llevaba sin cursar, por ejemplo, la segunda parte de un conocido film lleno de leones, centauros, brujas y roperos, con sus infaltables príncipes y princesas. En algún momento fui a buscar un vaso de gaseosa para mis anfitriones y la visión que me aguardaba me produjo una fuerte conmoción. Dos muchachas jóvenes, muy jóvenes, inclinaban sus despeinadas “mechitas” rubias sobre los cuadernos, mientras recitaban fórmulas matemáticas, incomprensibles para mi. Abstraídas en la tarea de despejar no se qué esotéricas ecuaciones relacionadas con el proceso inflacionario o algo por el estilo, ignoraron mi presencia. Yo suspendí mi atención sobre ellas por un momento y me invadió la emoción. A mi memoria acudieron otras mujeres que también estaban presentes allí, en esas jóvenes que al fin alcanzaron a ejercer su derecho a la educación y el conocimiento. Mi madre, tan criticada por suegra, cuñada y marido por distraer su atención de las obligaciones hogareñas debido a una extraña vocación por las letras y la filosofía. Mi abuela, que siempre lamentaría haber finalizado su educación en el cuarto grado de la escuela primaria. Mi tía, que a pesar de su excelente promedio en la secundaria no acudió a la facultad porque “el tranvía la dejaba lejos” según sentenció su padre, mi abuelo, el tano Don Vito (casi Corleone).
De pronto Mateo, mi nieto, año y medio de vida, interrumpió mis recuerdos con sus breves pasitos. Antes de que pudiera reparar la irrupción, las dos mujeres levantaron la cabeza y sus miradas se iluminaron en respuesta a la risita infantil. Levanté al niño en brazos y me fui al encuentro de nuevos dibujitos. Una nueva cotidianeidad se está instalando en nuestro mundo, pensé. Las maldiciones no se cumplieron: Podemos ir a la facultad sin dejar de amar a nuestros hijos ni transformarnos en fálicos marimachos. Ufff!!! Tarea cumplida.

Después, en agradecimiento por el cuidado de los chicos, mi hija preparó unos “vermichellis” (el espíritu de Don Vito también está presente) con salsa bolognesa. Terminamos de cenar y me fui prontito. Yo también tengo que terminar un trabajo para la Universidad, y mañana no es feriado. Ada Fanelli.     


miércoles, 3 de junio de 2015

Hoy Marchemos por los Derechos Humanos de las Mujeres.



La palabra "mujer" no es sinónimo de "ser humano". Se nota claramente porque cuando decimos "todos los hombres del mundo" evidentemente nos referimos a TODOS los habitantes del planeta, En cambio cuando decimos "todas las mujeres" nos estamos refiriendo sólo a la mitad. Es que usamos un idioma machista, donde el término "mujer" nombra un rol, una función, no una condición. Debieron pasar muchos miles de años para que TODOS debamos aceptar que TODOS somos iguales. Y eso no quiere decir que las mujeres queramos ocupar el lugar de los hombres: !Dios nos libre! No queremos hacer la guerra, que aunque haya unas pocas desubicadas, no son mayoría, claro que no. Y hablando de mayorías, tampoco queremos serlo en las prisiones. No señor. Ser feminista no es el revés de ser machista. El machismo es una filosofía que pretende arreglar el mundo con la violencia y que algunos son mejores que otros. Hombres que mujeres, por ejemplo, pero también blancos que negros, ricos que pobres, etc. El feminismo, por el contrario, es una filosofía política que empieza con la democracia. Porque la democracia es la única forma de pensamiento que nos convoca y representa a las mujeres. Nosotras tenemos hijos: Varones o mujeres, lindos y feos, ricos y pobres, buenos y malos, discapacitados y geniales, vagos y trabajadores, pero para nosotras, todos son iguales a la hora de sentarse a comer. Y eso es lo que defendemos. En casa, pero también en la calle si fuese necesario. Hoy vamos a marchar en Santa María de los Buenos Aires, esta ciudad tan al Sur con nombre de mujer. Pero no solamente por nosotras. Vamos a marchar por todos. Por los hombres que pusimos en este mundo también. Porque están necesitando limites, y si los queremos, tenemos que avisarles antes de que se hagan más daño. Porque una mujer menos también significa un asesino mas. Y pueden evitarlo. Sí que pueden. Háganlo,

EVITAR EL MALTRATO A LAS MUJERES ES COSA DE HOMBRES