Muchos
acontecimientos se producen sin que sepamos como, y muchas cosas llegan a
existir de la misma manera. Cosas que producen fascinación. Cuando la costumbre
acaba con la fascinación, surge, en los espíritus inquietos, la curiosidad.
A veces
esto no pasa, porque vivimos en un mundo que la desalienta. No importa como
llega una imagen a la pantalla, importa que a una le siga otra, si es posible, mas
excitante que la anterior. Si esto no pasa, nos aburrimos. La mente, entonces, exige una sorpresa tras otra. Nos hacemos adictos a la
fascinación y la sorpresa, y nuestro pensamiento queda congelado. Entonces, claro
esta, el aprendizaje no se produce.
Ignorantes
de los ocultos procesos que mueven al mundo, con frecuencia quedamos atrapados
en mecanismos desconocidos o tropezamos en obstáculos absurdos. Así, conocemos el
dolor, instructor inapelable, que llega
para enseñarnos acerca de la realidad de las cosas con mano de hierro.
La
curiosidad, siempre interrogante, se pregunta por que no supimos escucharla
cuando susurró suavemente sus incógnitas en nuestros oídos. Pero es tarde.
El
explorador observa y busca para dar cuenta de cómo son las cosas, el científico
las explica, el artista las cambia y el místico las acepta.
Al
principio, como niños, somos curiosos y todo queremos explorarlo, experimentarlo
y conocerlo.
Después,
pretendemos comprenderlo, explicar con nuestra razón lo divino y lo
humano. Sin embargo, al mismo tiempo, descubrimos también lo absurdo, lo
inexplicable, lo incoherente y lo doloroso. Entonces llega el momento de
cambiar, de mezclar la baraja para dar de nuevo. El dolor nos hace artistas y
revolucionarios.
Pero después,
todavía nos sorprenderá un nueva etapa. Si accedemos a ella, habremos
encontrado la felicidad en este mundo. Es la contemplación. No debemos
confundir contemplación con observación, aunque se parecen. Y este es el motivo
por el cual ancianos y niños son buenos amigos.
La observación es previa a la acción, la
contemplación, en cambio, no pretende saber, porque lo que había que saber, poco o mucho,
lo sabe simplemente porque transitó el ciclo. Posee sabiduría en el
sentido de haber experimentado el sabor de las cosas, de haber saciado el
apetito y estar dispuesto al placer de los colores y las formas, de la música y
la danza: desde luego, lo mejor que nos depara el banquete de la vida. Ada Fanelli
1 comentario:
Muy buena Reflexion! me encantoo.. benicio.jorge@gmail.com
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